Hay quien considera a Helmut Newton el mejor fotógrafo de la historia, y el escritor J.G. Ballard le llamó “el mayor artista visual del mundo”. Frases tan contundentes están abiertas a debate, pero lo que es indudable es que fue el fotógrafo que mejor supo cristalizar las fantasías eróticas del siglo XX. Su trabajo ha aparecido en publicaciones como Vogue, Elle, Paris Match, Vanity Fair, Stern, der Spiegel… Y Playboy (de forma poco sorprendente, fue amigo personal de Hugh Hefner). Se han realizado centenares de exposiciones de sus fotos en las mejores galerías del mundo, y en 2004 se abrió un museo en Berlín dedicado íntegramente a su obra.
Newton fue el gran retratista de la sofisticación erótica, el lujo, el glamour, la ropa de marca y los tacones de aguja, no tanto por el fetichismo en sí de los zapatos (aunque ha fotografiado maravillas de Louboutin oManolo Blahnik) como por la forma en que realzan el cuerpo femenino. Sus modelos habituales fueron mujeres altas y elegantes, de cuerpo perfecto y actitud altiva y dominante. Sus fotografías, casi siempre en elegante blanco y negro, tienen una sensibilidad extraña e inconfundible, algo onírica (el deseo imponiéndose a la realidad), perversa e ingeniosamente cruel, de un humor cínico y materialista. Sus mejores imágenes son auténticos cuadros de una composición cuidadísima y meditada: su famoso autorretrato frente al espejo en que también aparece su esposa June es puro Velázquez hecho fotografía.
Newton fue uno de los últimos grandes fotógrafos analógicos y, hasta cierto punto, artesanales. Estuvo rodeado de un equipo impresionante de estilistas, peluqueros, maquilladores y modelos, pero para la fotografía en sí misma sólo contaba con un ayudante, un par de buenas cámaras (su favorita, una Hasselblad) y un flash adaptable.
Newton se diferencia así de otros grandes fotógrafos, es el ensayo pausado y preparación meticulosa. Incluso las imágenes aparentemente más espontáneas llevan detrás un duro trabajo de horas en que hasta la más mínima posición del cuerpo de la modelo ha sido planificada. “La gente en mis fotos ha sido “colocada” como sobre un escenario; sin embargo mis fotografías no son falsificaciones, sino que reflejan lo que veo de la vida con mis propios ojos”, escribe Newton.
Newton nunca se molestó en ocultar su gusto por el lujo ni se avergonzó de su fortuna: en cierto sentido fue el fotógrafo capitalista por excelencia. No le atrajeron nunca los museos ni se preocupó por si sus fotografías podían considerarse artísticas o no: es famosa su sentencia “en mi diccionario la palabra ‘arte’ es una palabrota”. Tampoco se interesó por el mundo de la alta cultura o la crítica fotográfica (“un fotógrafo debería ser como un niño bien educado: se le ve pero no se le escucha. Una fotografía no necesita explicación”). Consecuentemente, siempre prefirió que le pagasen revistas de moda o publicistas que recibir dinero de becas o subvenciones. Además, trabajar para este tipo de clientes durante casi toda su vida le permitió acceder a modelos guapísimas para sus propias fotografías.
Fuente: http://www.jotdown.es/2011/12/helmut-newton-el-espiritu-erotico-del-siglo-xx/
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